A veces, cuando una banda con más de dos décadas de historia lanza un nuevo álbum, el reto no está en sonar distinto… sino en sonar genuino. Weirdo, el onceavo álbum de estudio de The Rasmus, no es una reinvención radical, pero sí una declaración honesta: siguen aquí, con cicatrices nuevas, con preguntas viejas, y con una necesidad muy clara de seguir hablando a través de su música.
Lo primero que se percibe en Weirdo es la producción: clara, brillante, con texturas bien cuidadas. La mezcla de guitarras limpias y sintetizadores le da a varias canciones una dimensión más amplia, más cinematográfica. En temas como Creatures of Chaos y Break These Chains, se nota una intención clara de modernizar su sonido sin perder la esencia gótica y melódica que siempre los caracterizó.
En el álbum podemos encontrar varios momentos que me sorprendieron para bien. Rest in Pieces, por ejemplo, tiene un equilibrio perfecto entre oscuridad lírica y energía instrumental. Weirdo, la canción que da título al disco, es un pequeño manifiesto de identidad: no es necesario encajar, lo importante es persistir. Hay algo de nobleza en esa afirmación, sobre todo viniendo de una banda que ha tenido que sostenerse frente a varias transiciones generacionales.
Sin embargo, no todo el disco mantiene esa fuerza. Hay cortes como Love Is a Bitch o Fireflies que se sienten más genéricos, como si buscaran sonar contemporáneos a costa de arriesgar menos. No es que sean malas canciones, pero sí bajan la intensidad emocional que otros momentos del álbum logran construir.
Otro punto que me parece importante: la estructura del álbum a veces peca de repetitiva. Muchas canciones siguen el mismo patrón: verso suave, estribillo explosivo, puente instrumental, cierre con efecto. Esto hace que hacia la mitad del disco algunas canciones se mezclen entre sí, perdiendo impacto individual.
A pesar de eso, el cierre con I’m Coming for You me pareció valioso. Es introspectivo, emocional, y le da un sentido de cierre real a todo el viaje. Se siente como una conversación consigo mismos, sin máscaras ni dramatismos innecesarios.
Weirdo no es un disco perfecto, pero sí es un disco honesto, y eso se valora mucho. Es The Rasmus hablando desde un lugar más vulnerable, menos decorado, con menos poses. Y cuando una banda es capaz de sonar así después de tanto tiempo, merece ser escuchada con atención.
