Después de más de una década de silencio discográfico, Peter Murphy regresa con Silver Shade, un álbum que no sólo marca su reencuentro con los escenarios del darkwave y el post-punk, sino que también funciona como un testamento emocional y artístico. Con 12 temas cuidadosamente construidos, Murphy no busca revivir el pasado, sino expandir su legado desde una óptica más madura, íntima y experimental.
Desde el inicio, Silver Shade se siente como un disco nacido de la contemplación. “Swoon” abre el álbum con una mezcla de electrónica tenue y vocales envolventes que evocan tanto a Cascade como a los pasajes más atmosféricos de Holy Smoke. Es un tema enigmático, que se balancea entre el deseo y la pérdida, marcando el tono de un viaje introspectivo y místico.
La producción, a cargo de Youth (Martin Glover), dota a cada canción de un aire cinematográfico y profundo, con arreglos que respetan el espacio, permitiendo que la voz de Murphy —más frágil y emotiva que nunca— se desplace como un espíritu entre sintetizadores etéreos, guitarras distorsionadas y cuerdas sombrías.
Entre los temas más destacados está “Xavier New Boy”, una pieza que combina spoken word, percusión tribal y sintetizadores oscuros, con una letra que parece una elegía a la juventud perdida o a un amor espectral. “Sherpa”, por otro lado, funciona como una plegaria susurrada, mientras que “Hot Roy” juega con una estructura más lúdica, casi cabaretera, que recuerda el histrionismo de su época con Bauhaus.
Silver Shade no es un regreso explosivo, sino un álbum contenido, elegante y profundamente humano. Murphy no busca epatar con hits ni fórmulas, sino dejar que sus fantasmas hablen por él. Es un disco para escuchar en soledad, idealmente de noche, con los oídos y el alma abiertos. Un retorno maduro y conmovedor que lo reafirma como uno de los artistas más singulares y esenciales del post-punk.
