El Mandala Bar fue el espacio donde el día de ayer se conjugó una combinación explosiva de diferentes estilos de Black Metal, encabezada por los franceses de Antilife en su primer visita a nuestro país. Ya fuera al frente en el escenario o en alguna mesa acompañados de unas buenas cervezas para mitigar el calor dentro del foro, los asistentes se acomodaban para disfrutar de la descarga de música oscura, mientras en el escenario todo se iba armando para recibir el programa completo de música extrema.
Las bandas mexicanas Armada y Askke fueron las primeras en abrir el evento, ambas muy aplaudidas y con gran respuesta por parte de los fanáticos. Posterior a ellos, desde Estados Unidos Venereal Baptism daría una catedra de metal macizo y lleno de poder, que con canciones como “Reap The Reviled“, “Repugnant”, “Black Goat” y “Death March” pusieron a la gente a mover las cabelleras con frenesí. Durante todo el evento los miembros de Antilife estuvieron paseandose saludando a los fans y tomándose fotos con ellos de una forma por demás alegre y en extremo extrovertida. Nunca nos imaginaríamos la transformación brutal que tendrían una vez caracterizados y subidos ya en su papel al escenario…
Y es que una vez que ya se pusieron el maquillaje y su indumentaria para el show, los antes risueños franceses se convirtieron en almas llenas de desesperanza, desquiciamiento extremo y brutalidad. Desde el inicio en “L´Hymne à la mort” Haine, su cantante, sacó un cuchillo de tamaño considerable y empezó a cortarse el brazo en repetidas ocasiones, para luego tomar sangre en su mano y embarrarla en el cabello de los fans más cercanos al escenario, no sin antes eso sí haber subido al escenario con una bandera de México la cual desplegó frente a él con máximo respeto. Antilife es una banda que te absorbe en desgarradoras vocalizaciones de dolor y referencias sin reparo al suicidio, la depresión y el abuso de estupefacientes (la banda incluso comentó que la cocaína mexicana era otra cosa), tal como lo vimos mientras escuchábamos temas como “Addict” y “Despair Is My Home (…A Loss Of Will To Live)”, ambos desprendidos de su más reciente disco My Name Is Sickness. Haine es de verdad una cosa demencial en vivo, ya que pasa de las carcajadas enfermas y una actitud de niño, a terminar berreando de sentimiento y tristeza en posición fetal en el escenario, tal y como ocurrió mientras los demás miembros cual almas sin sentimiento continuaban tocando canciones como la esperada “Life Is Pain” y “Don’t Ask for Love When You Hate Yourself”.
“Le Sang Bouilli” y “Les Yeux Fermés, Les Démons Dansent” serían tocadas a continuación y en esta parte del show la interacción entre Haine y sus fans se haría más cercana y hasta cierto punto peligrosa. Primero sacó un gran pomo de tequila y empezó a dar de beber a quienes encontraba cerca para luego, decirle en perfecto español a una pareja que estaba en una mesa y que les estaba gritando a los franceses que ya se dejarán de ridiculeces y tocaran rápido porque “cerraban el metro”, que se callaran ya que ellos entendían perfectamente lo que estaban diciendo pues dominan nuestra lengua. Luego Haine bajó al escenario desgarrándose en sentimiento y la gente se le acercaba, pero de la nada el cantante tomó un envase de cerveza y lo estrelló en su propia cabeza, lo cual hizo retroceder a los asistentes ante los vidrios despedidos por el impacto. Con la cabeza sangrando Haine subiría de nuevo al escenario y Antilife tocaría a continuación “Shoot On My Fucking Skull” que sin duda fue de los temas más esperados de la noche, para ya al final cerrar su presentación con “Worms” y “Bad Day”; las tres desprendidas de su primer trabajo Life Is Pain. Así llegaría a su fin esta alucinada y torcida presentación, en la que al final y ya relajados los músicos se quedaron a convivir y firmar artículos con quienes se les acercaran.
Todas las fotos por Antonio Arizti