Con Idols, su cuarto álbum de estudio, Yungblud confirma algo que venía insinuando desde hace un tiempo: ya no es solo el chico rebelde del alt-rock, sino un artista dispuesto a construir un discurso más grande, más ambicioso y —para sorpresa de muchos— más maduro. Grabado en su natal Leeds, este proyecto marca el inicio de un doble álbum que, de entrada, apunta alto tanto en lo emocional como en lo musical.
Desde la primera canción, Hello Heaven, Hello, queda claro que no estamos ante un trabajo de fórmula. La pieza de nueve minutos mezcla pasajes de rock clásico, arreglos orquestales, piano y cambios de dinámica que lo acercan más a una pequeña ópera moderna que a un single pop convencional. No es un capricho vacío: la producción cuidada y el trabajo de la Orquesta Filarmónica de Londres refuerzan la dimensión épica que Yungblud quiere imprimirle a este nuevo capítulo.
A nivel sonoro, Idols bebe directamente de las fuentes del britpop y del rock británico de las últimas décadas. Ecos de Oasis, Bowie, Freddie Mercury e incluso ciertos guiños a U2 se perciben claramente. Pero más que un simple pastiche de referencias, el álbum consigue moldear esas influencias en algo que suena coherente dentro del universo personal de Yungblud, con momentos particularmente efectivos en temas como Lovesick Lullaby y Ghosts.
Las letras giran alrededor de temas muy personales: la lucha por la identidad, la vulnerabilidad emocional, el miedo al rechazo y la necesidad de aceptación. Harrison no tiene miedo de abrirse, y eso le da al álbum una carga emocional genuina que conecta, especialmente en canciones como Zombie, donde habla abiertamente de inseguridades físicas y emocionales.
Lo que más sorprende de Idols es el tránsito que representa para Yungblud. Si antes predominaba un enfoque más explosivo y juvenil, ahora hay una clara intención de construir algo más sólido, más conceptual, con un hilo narrativo que cruza el álbum de principio a fin. Esta madurez no le resta energía, pero sí le da un peso artístico que antes no siempre estaba presente.
Eso no quiere decir que sea un disco perfecto. En algunos momentos la grandilocuencia orquestal puede sentirse un poco excesiva o forzada, y hay pasajes donde parece que Harrison quiere abarcar demasiado en un solo track. Pero el balance general es positivo: hay riesgos, sí, pero también crecimiento real.
En definitiva, Idols es hasta ahora el trabajo más ambicioso y logrado de Yungblud. Un álbum que no solo demuestra su capacidad de evolucionar como artista, sino que también lo posiciona con mayor seriedad dentro de la escena británica contemporánea.
