El año pasado para Wacken y los metalheads fue una edición especial, pues marcó el regreso después de una pandemia que se llevo todo por mas de dos años. El pueblo así como el festival abrió sus puertas recibiendo a miles de amantes del metal y uno que otro curioso por vivir la experiencia, ansiosos por pisar de nuevo o por primera vez el dichoso holy ground.
El clima era inmejorable, sobretodo para aquellos que viajamos desde America latina, ya que el sol nos favorecía y las fuertes lluvias se contuvieron para poder tener un gran regreso y permitir que el suelo de los campamentos no fuera tan frío por las noches. Había calidez en el ambiente.
Este 2023 no se pudo quedar atrás y decidió que también quedaría marcado en la historia del metal, siendo una edición épica, caracterizada por el folk y las condiciones extremas. Sin la calidez climática pero siempre con los abrazos fraternos de los asistentes, de nuevo nos pudimos reunir y sentir bienvenidos.
El camino fue largo y durante las paradas nos encontramos con carros andando en caravana que señalaban en la parte trasera o las puertas “W O A”, entonces sabíamos que compartíamos el destino y nos dama más emoción y ansia llegar.
Unos cuantos que tuvimos la fortuna de llegar una noche antes a los “campos sagrados” nos sentimos especialmente dichosos de que los dioses nórdicos nos favorecieran, o nuestros mismos dioses, gracias especiales a Tlaloc. Pues como medida de seguridad decidieron no dejar pasar a nadie más, justo a la mañana del miércoles, primer día de festival.
Aún restringiendo la entrada a más personas, el pueblo se mostraba lleno de actividad, los puestos de alimentos sacaban pedidos uno tras otro, y los escenarios se llenaban. Esto nos sirvió como recordatorio del poder de la música: no hubo charco, lodo, ni gota de agua que detuviera a los espectadores que deseaban disfrutar de sus grupos preferidos. Y estábamos decididos, éramos los elegidos para estar ahí, así que no íbamos a desaprovecharlo.
Algo que favoreció que gran cantidad de mexicanos pudiéramos entrar fue haber ido con Rock Metal Tours, pues gracias a su gestión y a ser un tour oficial de Wacken, ya nos esperaban con el área del campamento delimitada y muy bien acomodada he de decir, ya que la entrada al área de escenarios nos quedaba muy cerca, así como la carpa de World Metal Camp, donde teníamos la oportunidad de convivir con los vecinos del campamento y además contaba con bancas y refrigerador para bebidas.
Durante 4 días el folk y lo ancestral se sentían por doquier. Sin duda esta edición estuvo muy marcada por lo pagano. Las voces guturales y los ritmos melódicos hicieron que las botas aplastaran el lodo en cada uno de los escenarios, desde los principales Faster y Harder hasta el de wasted land.
En la villa vikinga bandas como Finntroll, Faun, Skalmöld, Eivør, Ad Infinitum y Cellar darling se presentaron en el Wackinger stage y, aunque es un lugar muy concurrido la gente logró acomodarse entre los puestos de alimentos que despedían olor a carne, pan o guisos condimentados, para ver e intentar bailar, porque en este escenario es el que más ritmos melódicos y bailables había, además de ser el más representativo de esta edición.
Por otro lado Faster y Harder desde muy temprano mantenían una masa que se movía de izquierda a derecha, para no perder el lugar más cercano a la valla que dividía al público de los escenarios, ya que ambos eran los principales de todo Wacken y los 4 headliners se presentarían ahí: Doro, la Reina del metal con su 40 aniversario tocando; Helloween, los pioneros del speed metal melódico; Heaven Shall Burn, los alemanes causantes del circle pit más grande de la historia del Wacken y las leyendas del heavy Iron Maiden.
Aunque no estuvieron como headliners oficialmente, Wardruna fue una de las bandas más esperadas. El escenario estaba lleno desde antes, con personas vestidas a lo vikingo: imitación de pieles, manta, caras pintadas con runas y las cabezas trenzadas. Todos listos para asistir a ese ritual, que comenzó cuando anochecía, mientras en el escenario ocurría un magnifico juego de luces y sombras que cerró con Helvegen, canción de despedida para aprender a soltar y decir adiós a aquellos que abandonan la tierra de los vivos, algo que Einar Selvik explicó antes de despedir a sus escuchas.
Otro ritual ocurrió en presencia del sol a cargo de Cemican, que con sus penachos y percusiones fueron admirados por un público de guerreros enérgicos. Fue increíble ver el ambiente que generaron, afirmando así que lo que los latinos crean gusta y claro, que a donde van se nota. Más maravilloso el mar de banderas mexicanas ondeando, pues para uno que cruza el planeta, ver esa escena le llena el corazón y como siempre recuerda que la naturaleza del mexicano es ser fraterno. Los latinos en el Wacken dejan una gran huella mostrando su apoyo a las bandas de sus mismos orígenes.
Una de las cosas especiales de Wacken es que tienen el área de Meet and Greet y uno no puede estar más emocionado de poder acceder a acercarse y agradecer a los músicos de las bandas que uno ama. En este año algunos de los que estuvieron fueron Megadeth, Finntroll, Ensiferum, Nervosa, Dark Tranquility, Wardruna, Heaven Shall Burn y un montón más. Si no llevas pluma o algún papel para firmar no hay problema ya que ahí mismo te facilitan una foto de la banda o un pequeño cartel donde los artistas firman.
Despertar a las 6:00 am porque no aguantas la vejiga por el frío de la madrugada o por lo que bebiste la noche anterior y salir de la casita de campaña para andar al baño siempre resultaba una hazaña, porque en el camino que eligieras siempre iba a haber personas que seguían escuchando música y conviviendo, recién levantados preparando desayuno o alguno que otro pasado de cervezas tambaleándose para por fin descansar pero ver que su bota quedaba atascada en el lodo y apostar mentalmente si se caía o no. El sueño terminaba yéndose y te daban ganas de seguir explorando.
También podías ver personas colectando latas de cerveza para reciclar. Y es que si algo tiene el festival además de música, es compromiso con el ambiente, ya que desde que llegas te entregan bolsas para depositar tus desechos y constantemente en redes se recuerda a los asistentes que los costos por contaminación son altos, no solo para la tierra sino también para quienes organizan. En el país además por cada lata que llevas te dan 25 centavos, así que si vas con poco dinero con eso podrías costear algunas cosas.
El área más privilegiada era la VIP, ya que se encontraba a lado de los escenarios principales y además quedaba cercana a áreas de comida y sobretodo donde se encontraba la prensa, entonces podías ver pasar a los artistas acudir a entrevistas o pasearse por ahí para admirar libres del lodo, los shows. Entonces si andabas por ahí o tenías acceso con tu pulsera al VIP, corrías con la suerte de toparte a alguno de tu banda favorita.
Es una pena pensar que algunos no aguantaron esta travesía y prefirieron abandonar el festival antes del cierre. Y es que de pronto todos nos preguntamos si íbamos a aguantar hasta la mañana del domingo con esas condiciones, pero al final recordábamos que para eso habíamos cruzado al otro lado del mundo y que ademas tuvimos el privilegio de ser los elegidos y alcanzar a entrar. Aquellos que partieron antes, dejaban cosas que los demás podrían necesitar como casitas, sleepings hasta botas de plástico. Mismas cosas que los que sobrevivimos el festival, fuimos invitados a donar para los refugiados.
Con todo y las inclemencias del clima se pudo realizar de inicio a fin este Wacken Open Air, gracias a los ajustes de organización, a las condiciones realistas que exigían pensar primero en los asistentes y su seguridad. Y aunque muchos no pudieron asistir y muchos otros que fueron no se sintieron del todo cómodos, en medio de la noche del sábado al anunciar las primeras bandas en las pantallas y el espectáculo de drones, todos eufóricos por las noticias guardaron la promesa de volver. A tan solo unas horas de haber de haber abierto la venta de boletos quedó sold out la edición 2024 de manera inmediata, otro hecho especial que quedará registrado.
Así que de esta edición además de llevarnos los tintes vikingos y el folk, nos llevamos la calidez de los reencuentros con las amistades de ediciones pasadas, el compartir tanto una cerveza como una casa de acampar para quienes realmente lo requieren; que los costos climáticos nos están pasando las cuentas ya y es hora de hacer caso así sea reciclando una lata o botella; que los metaleros, mientras sea por escuchar a nuestras bandas aguantamos todo; que la música seguirá moviendo masas, uniendo y reuniéndonos.
Gracias al Wacken 2023, el más épico.