Corría el año 1981 y la expectación en México era máxima: por primera vez un grupo de rock de talla mundial pisaría tierra azteca. Queen, liderada por el carismático Freddie Mercury, incluyó a México en su The Game Tour, convirtiéndose en una de las primeras bandas internacionales en ofrecer conciertos masivos en el país. Hasta entonces, los espectáculos de rock en estadios prácticamente no existían en México, en parte por la falta de infraestructura y el recelo gubernamental tras años de marginar a la escena rockera. La llegada de Queen marcaba un hito cultural y los fans mexicanos, hambrientos de rock en vivo, estaban listos para hacer historia.
Originalmente, Queen anunció nueve conciertos en México: se planearon presentaciones en la Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey y Puebla. Sin embargo, la realidad en 1981 era que el país no contaba con la experiencia ni los recursos logísticos para tantos eventos de gran escala. Problemas de organización, permisos y corrupción recortaron drásticamente la gira: al final solo tres conciertos se concretaron (uno en Monterrey y dos en Puebla). Desde su llegada, la banda y su equipo enfrentaron obstáculos insólitos. En la aduana y migración mexicanas les impusieron trámites absurdos – por ejemplo, pretendiendo otorgar solo seis visas por día a un staff de más de 15 personas – claramente buscando un soborno para agilizar su entrada. Asimismo, el equipo técnico tuvo que lidiar con la escasez de equipo adecuado y condiciones precarias: la comida que se les brindó estaba en mal estado (provocando intoxicaciones alimentarias entre el staff) y en backstage solo había un baño para todos. Pese a todo, el ánimo de la banda por tocar ante sus fans latinoamericanos se mantenía intacto.
Mientras tanto, los promotores locales batallaban por controlar el furor del público. La venta de boletos fue totalmente desorganizada: se emitieron entradas de admisión general sin numerar y además de las taquillas locales hubo ventas por medio de una empresa llamada Boletrónico en la capital, lo que derivó en sobreventa. Miles de fans de distintas partes del país se lanzaron a la aventura para ver a Queen. Cuando se cancelaron las fechas en Ciudad de México y Guadalajara, esos boletos se canjearon o reasignaron para los conciertos de Monterrey y Puebla. Hubo fanáticos que viajaron cientos de kilómetros – muchos acamparon días enteros afuera de los estadios e incluso algunos hicieron autostop hacia Puebla cuando se agotaron los pasajes de autobús – todo con tal de no perderse el histórico evento.
Monterrey 1981: el primer gran concierto de rock internacional
El 9 de octubre de 1981, Queen ofreció su primer concierto en México en el Estadio Universitario de Monterrey (San Nicolás de los Garza, Nuevo León). Aquella noche se convirtió en el primer concierto de rock masivo que vivió el país. Desde temprano, la euforia desbordó la sede: los organizadores habían citado al público con muchas horas de anticipación, pero la multitud impaciente empujaba para entrar. Finalmente, tras cierto caos en los accesos, las puertas se abrieron y unos 45,000 asistentes colmaron el estadio. La banda no tuvo artista telonero en Monterrey, así que la expectativa creció hasta que, ya entrada la noche, las luces se apagaron y Queen saltó al escenario.
Cuando sonaron los primeros acordes de “We Will Rock You” (en su versión rápida), un rugido unánime emergió de las gradas. Mercury apareció enfundado en su característico atuendo ochentero, portando el medio micrófono de pie, y saludó con un efusivo “¡Buenas noches, Monterrey!” en español, arrancando ovaciones. Le siguió con “Let Me Entertain You”, y vaya que entretuvo: desde el primer momento la banda conectó con el público regiomontano. Interpretaron un repertorio potente que incluyó éxitos de su último álbum The Game – como “Play the Game”, “Another One Bites the Dust” y “Crazy Little Thing Called Love” – así como clásicos infaltables: “Bohemian Rhapsody”, “Love of My Life”, “Somebody to Love”, “We Are The Champions”, entre otros. Brian May deslumbró con sus solos de guitarra (incluso tocando con un efecto de eco único en “Brighton Rock”), Roger Taylor estremeció con un solo de batería, y Freddie Mercury mantuvo al público en la palma de su mano, interactuando con frases en español como “¡¿Están felices?!” o dedicando “Love of My Life” a los presentes, que corearon emocionados cada palabra.

La noche en Monterrey no estuvo exenta de inconvenientes, aunque nada apagó la música. Debido a la intensa presión de la gente por entrar, se reportó que al inicio hubo empujones y algunos lesionados leves. Al final del concierto, en medio del alboroto de la salida, cedió una de las rampas de acceso del estadio por exceso de gente, provocando que varias personas cayeran y sufrieran heridas.
Afortunadamente no hubo tragedias mayores, pero el susto anticipó que la organización no estaba preparada para semejantes multitudes. Pese a estos incidentes, la prensa local de la época y los asistentes coincidieron en que el show fue inolvidable y espectacular. Para miles de jóvenes mexicanos, esa fue la primera experiencia en vivo con una gran banda de rock internacional, un momento mágico grabado para siempre en la memoria colectiva.
Puebla 1981: euforia desbordada, sombreros y el adiós de Freddie Mercury
Tras el éxito de Monterrey, Queen se trasladó a Puebla para sus siguientes dos conciertos. La ciudad de Puebla, a unos 130 km de la capital, recibiría a la banda el 17 y 18 de octubre de 1981 en el Estadio Olímpico de Béisbol Ignacio Zaragoza. Desde días antes, los alrededores del estadio se convirtieron en un campamento multitudinario. Decenas de miles de fans llegados de distintos estados dormían a la intemperie haciendo fila, pues la entrada sería general sin asientos asignados: quien primero entrara, obtendría los mejores lugares cerca del escenario. La demanda superó la capacidad; hubo sobreventa de boletos y se calcula que alrededor de 60,000 personas lograron ingresar cada noche, mientras miles más se quedaron fuera, algunos encaramados en bardas o montículos para al menos escuchar el eco del concierto.

La tarde del 17 de octubre, el ambiente festivo afuera del estadio comenzó a tensarse cuando las puertas demoraron horas en abrir. Impacientes, algunos asistentes forcejearon y hubo enfrentamientos con la policía local que intentaba contener a la multitud. Una vez abiertas las puertas al público, la estampida ocupó campo y gradas sin orden. A pesar del caos, cuando las luces bajaron y Queen salió a escena, el júbilo colectivo fue indescriptible. Freddie Mercury inicialmente logró animar a la audiencia poblana hablándoles en español y brincando de un lado a otro del escenario con su energía habitual. No obstante, pronto surgieron signos de desconexión entre la banda y cierto sector del público. En las primeras filas, algunos asistentes locales – poco habituados a las excentricidades del rock – se molestaron porque Mercury, como era costumbre en sus shows, salpicaba agua de su copa mientras cantaba e incluso hacía gestos juguetones. Un gesto habitual de Freddie, que en otras partes del mundo era celebrado, allí fue malinterpretado por algunos como una falta de respeto.
La tensión llegó a su punto crítico hacia la mitad del concierto. Tras un breve intermedio, Mercury regresó al escenario luciendo un enorme sombrero de paja estilo charro mexicano (un guiño humorístico de Freddie hacia la cultura local, quizás inspirado por souvenirs). Para su sorpresa, el detalle fue muy mal recibido por parte del público. Un sector de los asistentes consideró ofensivo o ridículo el estereotipo, y comenzaron a abuchear y silbar. En cuestión de minutos, la situación se desbordó: volaron objetos hacia el escenario, incluyendo zapatos, latas, botellas e incluso puñados de pasto arrancado del campo. Uno de los zapatos golpeó a Brian May, y un espontáneo intentó subirse a la tarima pero fue rápidamente derribado por los guardias de seguridad. Ante la lluvia de proyectiles, la banda detuvo el concierto momentáneamente. Freddie, furioso y herido en su orgullo, se quitó el sombrero y lo arrojó al suelo. Hubo unos instantes de incertidumbre en los que el vocalista abandonó el escenario para enfriar los ánimos, mientras Roger Taylor pateaba su batería en frustración. Sin embargo, tras unos minutos, Queen decidió continuar el espectáculo – profesionales hasta el final.
La banda retomó la presentación y logró concluir el set a pesar del ambiente enrarecido. Al terminar la última canción de la noche (tras los bises de “We Will Rock You” y “We Are The Champions”), Freddie Mercury ya no ocultó su molestia. Tomó el micrófono y se despidió con una mezcla de sarcasmo y enojo, lanzando una frase que pasaría a la historia del rock en México: “¡Muchas gracias, Puebla! México, thank you for the shoes… adiós, amigos, you motherfuckers, goodbye, you bunch of tacos!”. En español e inglés, las palabras de Mercury – que incluían un insulto y una irónica referencia a los zapatos arrojados – dejaron atónitos a muchos. La traducción aproximada sería: “Muchas gracias por los zapatos… adiós amigos, ¡montón de tacos, adiós!”. Esa noche del 17 de octubre de 1981, Queen abandonó el escenario bajo una mezcla de aplausos, abucheos y estridencia. Afuera, la salida también fue complicada; no se despejó el estadio sino hasta cerca de la medianoche, con algunos altercados menores entre fans y policías. Fue un final agrio para un concierto que debía ser una celebración.
Pese a todo, Queen aún tenía pactada una segunda fecha en Puebla al día siguiente (18 de octubre). Muchos temieron que la banda cancelaría el último show tras la mala experiencia, pero los británicos decidieron cumplir con el público restante. El 18/10/81 el escenario volvió a iluminarse y, afortunadamente, el ambiente fue mucho más positivo. Quizás escarmentados por lo ocurrido, los organizadores reforzaron la seguridad y el público se comportó con mayor respeto. Freddie Mercury dejó de lado las bromas polémicas (no hubo sombrero esta vez) y se concentró en cantar con entrega. El setlist fue similar, pero ahora la conexión con la audiencia se sintió renovada: “Love of My Life” volvió a erizar la piel de miles de personas cantando al unísono, y Mercury sonrió al escuchar al estadio corear cada palabra. Al concluir el concierto final, Freddie se despidió calurosamente diciendo “Thank you for being a totally different audience tonight, ¡muchas gracias!” (Gracias por ser un público totalmente diferente esta noche, ¡muchas gracias!). Fue una clara alusión a la mala actitud del público anterior, y un reconocimiento a que ese último público poblano se comportó a la altura. Con esa nota amable pero firme, Queen cerró su etapa en México.

Tras el show: polémica, promesas rotas y legado
El paso de Queen por México dejó un sinfín de anécdotas y también ciertas consecuencias. Tras regresar al Reino Unido, la banda estaba desencantada por cómo se dieron las cosas. Se comenta que Freddie Mercury, dolido por el trato recibido, juró que no volvería a presentarse en México. De hecho, cumplió su palabra: nunca regresó antes de su fallecimiento en 1991. Años más tarde, en entrevistas, los integrantes recordaban esos conciertos con sentimientos encontrados. El baterista Roger Taylor confesó con ironía: “Me alegro de haber vuelto vivo de México; fue un infierno: autoridades desagradables, funcionarios corruptos y una tremenda intoxicación alimentaria… ¡pero aparte de eso, estuvo maravilloso!”. La frase resume el caos que vivieron: desde sobornos exigidos por algunos funcionarios, pésimas condiciones de producción, hasta la hostilidad de parte del público.
Otro episodio turbio involucró a la banda mexicana Chac Mool, que estaba anunciada como telonera en Puebla. Los músicos locales soñaban con abrir los shows de Queen, pero el mismo día del concierto el promotor, José Rota, les impuso un abuso inesperado: les exigió pagar 100 mil pesos para permitirles tocar. Incapaces de reunir tal suma y consternados por la corrupción, Chac Mool tuvo que cancelar su presentación en el último momento. Esta anécdota ejemplifica la falta de profesionalismo y avaricia que rodeó la organización de la gira, y privó al público de conocer a un talento mexicano emergente bajo mejores términos.
A pesar de los pesares, los conciertos de Queen en México de 1981 se convirtieron en leyenda. Para casi 180,000 fanáticos que asistieron en total a Monterrey y Puebla, aquellas noches marcaron un antes y un después. Muchos recuerdan esos shows como la experiencia musical de sus vidas – un espectáculo nunca antes visto en suelo mexicano, con un sonido, luces y energía apabullantes. También sirvieron de lección para promotores y autoridades: quedó claro que México tenía un público enorme para el rock y necesitaba mejorar la infraestructura y seguridad en eventos masivos. De hecho, tras la polémica, pasarían algunos años antes de que otra banda extranjera de gran calibre se presentara en el país, pero el camino ya estaba trazado.
En retrospectiva, la primera y única visita de Queen a México con Freddie Mercury en los años 80 fue un cóctel de emociones extremas: euforia, caos, felicidad desbordada y enojo. Fue la unión de la enorme sed de rock de toda una generación con la realidad de un país que aún aprendía a organizar espectáculos internacionales. Aunque Queen no volvió a México en aquella década (la siguiente vez que miembros de la banda pisarían el país sería ya en los 2000s, sin Mercury), su fugaz paso en 1981 quedó inmortalizado. Hoy se habla de esos conciertos con asombro y nostalgia, como un momento irrepetible en la historia del rock en México donde una reina musical conquistó a su público, solo para partir con un dramático adiós que sigue resonando décadas después.