Lorna Shore ha alcanzado un nuevo umbral con I Feel The Everblack Festering Within Me. Este quinto álbum no solo reafirma lo que los fanáticos esperaban, sino que lo lleva a un nivel más oscuro, más teatral y más ambicioso. No es solo muerte y estridencia: hay composición artística, atmósferas calculadas y momentos de horror casi cinematográfico.
La apertura con “Prison of Flesh” es un anuncio: tambores demoledores y arreglos orquestales que construyen tensión antes de estallar en riffs intensos. Will Ramos domina la voz con guturales agresivos, gritos altos y transiciones extremas, y ya desde aquí queda claro que el álbum no cederá en intensidad. Cada composición parece pensada para sacudir, para desafiar tanto al oyente como al género.
A medida que avanzan pistas como “Oblivion”, “In Darkness” y “Unbreakable”, la sinfonía se expande. Coros de voces profundas, sintetizadores que se mezclan con cuerdas, pasajes preñados de disonancia que generan tanto belleza perturbadora como choque brutal. En algunos momentos, la estructura se siente similar a discos anteriores de la banda, pero con una producción más pulida, sonidos más limpios y agresividad renovada.
Canciones más moderadas como “Glenwood” ofrecen contrastes saludables: momentos en los que la orquestación permite respirar, donde la intensidad no está solo en la velocidad sino en la atmósfera, en la tensión acumulada. Esa variedad es esencial para que los pasajes más extremos no se sientan saturados.
También hay piezas que se destacan por su capacidad de emocionar más allá del estruendo. “Death Can Take Me” combina agresividad con dramatismo coral, “A Nameless Hymn” tiene momentos de introspección que retienen algo de luz más allá de la oscuridad, y el cierre con “Forevermore” es una suite final que parece un epílogo extenso y contundente, un viaje por la sombra interna que el álbum plantea.
En lo personal, siento que este disco representa el punto de madurez tonal para Lorna Shore. No han abandonado lo que los hizo destacar, pero sí han afinado cada elemento: composición, producción, narrativa sonora. Hay riesgo, sí, especialmente en la duración de algunos tracks y en la teatralidad excesiva, que podría no funcionar para todos. Pero esos riesgos son también los que elevan el álbum.
