15 años tuvieron que pasar para que viera la luz el álbum debut (¿y único?) de un proyecto que no podía gestarse por las ocupadas agendas de los músicos involucrados en él, 15 años desde que Till Lindemann (Rammstein) y Peter Tägtgren (Pain, Hypocrisy) comenzaron una amistad tras una trifulca en un bar de Suecia en la que el segundo “salvó la vida” del primero, 2 hombres que acordaron hacer algo juntos algún día… El momento llegó y es Lindemann el nombre elegido para este dueto.
Con el actual descanso de Rammstein, sus integrantes se encuentran inmersos en otras cosas, dígase libros, paternidades y, por supuesto, música. En lo que respecta a Till, ha aprovechado este tiempo libre para montar una exposición de su arte y poesía, misma que arribó a México luego de presentarse únicamente en Alemania. También fue la oportunidad ideal para desarrollar esa colaboración pendiente con Peter con un disco que mezcla muy bien las labores de ambos, la lírica acostumbrada de Lindemann con un atisbo del sonido de Rammstein más la música y producción de Tägtgren, cuyo trabajo como productor abarca nombres como Amon Amarth, Amorphis, Belphegor, Celtic Frost, Dimmu Borgir, Therion, entre muchísimos más.
Para la ocasión se hicieron de los servicios de Clemens Wijers, responsable de los teclados y orquestaciones en Carach Angren, por lo que algunos temas de Skills in Pills cuentan con la intensidad orquestal que Wijers imprime en su banda.
Quizá esté de más aclarar que el tratamiento de las letras es bastante crudo, explícito y nada ordinario, pues ese es el sello de Till Lindemann en todo lo que hace y este álbum no es la excepción. La diferencia está en que en este proyecto las voces son totalmente en inglés para darle justo ese toque contrario de Rammstein, además de que fue necesario para entenderse bien con Peter que no habla alemán.
Los primeros 2 temas, ‘Skills in Pills’ y ‘Ladyboy’ contienen una estructura semejante, guitarras industriales y ese tono electro similar a lo hecho en los 2 primeros discos de Rammstein; esto no quiere decir que sean una réplica, poseen un ritmo más rock y de fiesta. El tema título aclara que no son necesarias las drogas ilegales para ponerse un viaje, el modo está ahí esperando a alguien muy hábil.
Esa intensidad orquestal de Clemens Wijers se presenta en ‘Fat’, equiparable –en ese sentido- a temas como ‘Mein Herz Brennt’ o ‘Rammlied’. Esta canción habla acerca de las mujeres gordas, quienes deben sentirse a gusto con su cuerpo y amarse, Till trata de transmitir que toda mujer tiene que concebirse bella no importando la talla.
‘Fish On’ regresa al sonido de las primeras 2 canciones del disco, con mucho peso de secuencias electro. ‘Children of the Sun’ y ‘Home Sweet Home’ encierran una temática más compleja, siendo la segunda un reflejo de la pérdida del padre de Till, fallecido a causa de cáncer.
Otro tema de humor es ‘Cowboy’ que desde el nombre indica su asunto, un relincho, riffs a modo de disparos de pistola y la introducción de un banjo, todo en conjunto hacen una canción de las más peculiares.
¿‘Golden Shower’ necesita explicación? Los partidarios de aquella práctica ya tienen un himno para su disfrute. El Río Yukón también sirvió de inspiración tras un viaje en canoa en el cual Till y un amigo se encontraron solos durante 2 semanas, titulando así el noveno track, ‘Yukon’.
Canciones que pueden considerarse como tontas y vulgares como ‘Te Quiero Puta’ o ‘Pussy’ tienen una nueva aliada en ‘Praise Abort’, humor negro y sinsentido en esplendor puro, y la musicalización electro-dicharachera no hace sino intensificar la ironía. Por el otro extremo, ‘That’s My Heart’ culmina el álbum a manera de balada.
Entonces, ¿es Lindemann una experiencia distinta a Rammstein? Sí y no, sí porque musicalmente se diferencian lo suficiente pero tampoco es algo que sorprenda o innove, no porque la temática no cambia en lo sexual y explícito, aunque, como ya se mencionó y los fans deben saber muy bien, esa es la marca de Till Lindemann. Sirve como ejercicio previo al inminente regreso del sexteto alemán al estudio.