NIGHTWISH – ‘Endless Forms Most Beautiful’

 

Por lo regular, la salida de un vocalista ya con historia en una banda repercute más que la de otro integrante (aunque, por supuesto, también sucede con guitarristas, bajistas, bateristas, etc.), llegando a marcar el desenlace de una etapa. Con Nightwish fue muy literal, el álbum en vivo End of an Era puntualizó el final con Tarja Turunen, quien fuera su vocalista por casi 10 años e imagen de la banda, aun por encima del verdadero mandamás Tuomas Holopainen. Desde luego, esa ruptura contrajo muchos enigmas y suspicacia entre los fans.

Otra era comenzó con la sueca Anette Olzon, una era que trajo un cambio al estilo que la banda traía hasta ese entonces, uno que no gustó a muchos y que se vio compensado con Imaginaerum, álbum que salió un poco mejor librado que Dark Passion Play, ambos con Olzon en la voz.

Tras 5 años con ella, la ruptura volvió a las huestes de Nightwish y nuevamente se quedaron sin frontwoman. Esto sumado a la salida del baterista Jukka Nevalainen por padecer de insomnio crónico.

Quien llegó a cubrir el lugar vacante de vocalista fue la grandiosa Floor Jansen, conocida por su carrera en la extinta banda After Forever y por su proyecto ReVamp. Esta vez las dudas eran menores dada la trayectoria de Jansen. Era la oportunidad para que los finlandeses arrasaran una vez más… pero, al parecer, no es exactamente lo que hicieron.

Endless Forms Most Beautiful abre con una narración de Richard Dawkins, británico desarrollado en el campo de la biología evolutiva que viene al caso por la temática ecológica enmarcada en este disco, y que se hace patente en las letras y ciertos sonidos de las canciones.

Una vez terminada su participación (que no es la única), se detona la orquestación de ‘Shudder Before the Beautiful’ con un trabajo de mezcla excelso que permite apreciar la labor del bajo que domina Marco Hietala, algo difícil de escuchar entre las bandas sinfónicas, mientras que Emppu Vuorinen hace lo propio en los riffs. La majestuosidad orquestal y coral está ahí, intacta, en ese campo no hay inconveniente.

Sin embargo, quien debería lucir se queda en un plano mediano, Floor Jansen aún no se muestra como se desea, y estaría bien por ser el primer tema, pero el asunto no cambia mucho en el resto.

La que podría ser un gran single es ‘Weak Fantasy’, más directa y con gran presencia de riffs. Floor pone un poco más de la fuerza que le conocemos, y Marco resalta una vez más ahora con su voz y la compañía que le dan instrumentos de viento.

Si en su momento ‘Nemo’ fue una canción que abusó de la ñoñería, ‘Élan’ le quita el trono con un resultado final que es flojísimo y fastidioso, un tema pop que pudo haber enganchado de no ser por la instrumentación y vocales sosas.

Afortunadamente, el desarrollo heavy que estaba gestándose se reanuda con la enérgica ‘Yours Is an Empty Hope’ que más de uno comparará con ‘Dark Chest of Wonders’ de Once, sobre todo por los riffs similares. La orquestación es incontenible e incluso deja en segundo plano a Jansen… ¿eso estará bien o mal? Aunque al final se aprecia por primera vez en el disco esa guerrera que debió salir más en este álbum.

Our Decades in the Sun’ es una balada de tesituras dulces por parte de Floor Jansen y mucho factor folk proporcionado por el ya miembro oficial Troy Donockley, multiinstrumentista que también le da su toque personal a la celta ‘My Walden’.

Tuomas Holopainen viene a tomar las riendas gracias a su composición en el teclado que pone los pasos a seguir en el tema título del disco, y deja rezagada a la orquestación. ‘Edema Ruh’ y ‘Alpenglow’ pasan inadvertidas, se quedan en la media y no terminan de cuajar.

La instrumental y suave ‘The Eyes of Sharbat Gula’ viene antes de la gran sorpresa del disco, la que es, hasta el momento, la propuesta más ambiciosa de Nightwish:

Una pieza de 24 minutos que se convierte en un musical teatral de 5 partes, en la que reaparece el narrador y después una Floor Jansen operística. No obstante, ‘The Greatest Show on Earth’ dista de ser gigantesca tan sólo llegar a la plana segunda parte y desaprovechar a su cantante y los dotes de composición orquestal para dar paso a más narraciones y espacios innecesariamente rellenados. Lo que pudo haber sido algo más monstruoso que ‘Ghost Love Score’ quedó mucho a deber.

Y el mayor problema es que Floor Jansen no explota como la enorme cantante que es, y quizá esa es la idea de este disco (que no es malo), pero deja un extraño sabor al saber que pudo hacerse más. Los elementos estaban ahí…