Drogas ¿Un mal necesario del Rock and Roll?

Hace apenas un par de días, el mundo del Rock se despertó con la noticia de la muerte de Wayne Static, el músico estadounidense mejor conocido por haber sido el frontman y guitarrista de la banda de Metal Industrial Static-X. Al momento de escribir esta columna, no se han revelado mayores detalles acerca de los motivos de su fallecimiento, pero fuentes allegadas al músico apuntan hacia un posible abuso de drogas. Y aunque la muerte de Static resultó un shock totalmente inesperado, la probable relación entre su partida y las drogas dista mucho de ser sorpresiva. Después de todo, nuestra psique colectiva indica que morir por una sobredosis de drogas es un riesgo ocupacional asociado a ser un rockstar y completamente aceptable. Los electricistas mueren electrocutados, los corredores de fórmula 1 entre llamas y hierros retorcidos, los rockstars mueren por drogas: esa es la manera en la que funciona el mundo.

La lista de músicos y estrellas de rock que han encontrado el fin de sus días gracias al abuso de sustancias es interminable. Las drogas se han llevado a las más grandes leyendas, como Elvis, Hendrix, y Janis Joplin. Las drogas han dejado vacíos increíblemente difíciles de llenar en bandas como The Stooges,  Sex Pistols, Thin Lizzy, The Grateful Dead, Def Leppard, Hole, Blind Melon, The Smashing Pumpkins, Alice in Chains, The Ramones, Quiet Riot, Slipknot, Weezer, War y muchas más. Carajo, las drogas se llevaron prácticamente a la mitad de The Who.

Y sin embargo, quizá son un mal totalmente necesario. Desde los albores del rock, incontables músicos han usado sustancias para “expandir su mente” –término muy de moda en los sesenta- apoyándose en ellas como auxiliar en la creación de algunos de sus mejores trabajos. Tomemos como ejemplo a The Beatles; La historia del cuarteto de Liverpool está irremediablemente asociada a las drogas, desde la Fenmetrazina que tomaban en sus días de boy-band, pasando por la mariguana que Bob Dylan les dio a conocer, hasta las sustancias psicotrópicas de los sesenta. ¿Alguien concibe el nacimiento de trabajos seminales como “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” o su álbum homónimo -conocido como el “White álbum”– sin el consumo de sustancias?

Pero la asociación creativa entre las drogas y el rock no se limita a época o género alguno y no es exclusiva de esas décadas -60s y 70s- en las que todo el mundo las tomaba. En los ochenta prácticamente todas las bandas de hair metal vivían bajo la dieta de Sexo, Drogas y Rock and Roll. Los primeros ejemplos que vienen a la mente son -por supuesto- Guns n’ Roses y Mötley Crüe. En cuanto a las pistolas y rosas, resulta impensable concebir la creación del mejor álbum de su carrera, el “Appetite for destruction”, sin los legendarios abusos de sustancias y alcohol que rodeaban a la banda –basta escuchar tracks como “Mr. Brownstone” y “Welcome to the jungle” para darse cuenta de la importancia que las drogas tuvieron al momento de componer el disco. Y no es nada aventurado suponer que gran parte del éxito de Mötley Crüe tiene que ver con su imagen de hedonistas adictos al alcohol y las drogas. Incluso uno de sus más grandes hits –“Kickstart My Heart”– está basado en el roce que Nikki Sixxx  tuvo con la muerte tras una sobredosis de heroína.

En los 90, por supuesto, está Nirvana, la banda que causó una revolución en la industria musical y que se convirtió en el estandarte de una generación perdida. Las drogas se llevaron a Kurt Cobain –Bueno, técnicamente la escopeta fue la que se lo llevó, pero las drogas jugaron un papel fundamental en su muerte- pero dejaron a cambio discos que sentaron las bases para el resurgimiento del rock alternativo en todo el mundo. Las drogas también se llevaron a Hillel Slovak de los Red Hot Chili Peppers y han estado a punto de destrozar a la banda en incontables ocasiones. Pero a través de ellas, Anthony Kiedis y John Frusciante han encontrado su voz y le han dado vida a trabajos en los que el amor, la melancolía, la frustración, la furia y un sinfín de emociones conviven en bellísimas canciones como “Under the Bridge”, la cual habla de la soledad, el aislamiento y el sufrimiento que provocó en Kiedis su adicción a la heroína.

Y es al releer las últimas líneas que este columnista ha comenzado a darse cuenta que quizá, después de todo, no son las drogas las que alimentan la creatividad de los músicos de rock: Es el sufrimiento. Son los demonios de la tristeza y la depresión, y la falta de empatía, esa terrible sensación de aislamiento que te produce sentirte incomprendido, sólo en un mar de gente, los que van acumulándose en el interior y encuentran en el arte una vía de escape. Quizá una psique atormentada es un elemento indispensable del genio creativo… y las drogas están asociadas a ella.

“El arte no puede existir sin el dolor, el arte existe para poder lidiar con la pena” explica Till Lindemann, vocalista y letrista de Rammstein. Quizá por esto el rock y las drogas están tan irremediablemente enlazados, porque ambos son vías de escape al vacío existencial y al dolor. A través del dolor y el sufrimiento, grandes artistas y músicos le dan origen a obras inmortales que sirven a su vez, como escape y refugio emocional para millones de personas en todo el mundo, que se identifican con dichas obras, y que ven reflejados sus propios miedos, frustraciones y el propio dolor en ellas.

A través del dolor y el sufrimiento, grandes artistas y músicos le dan origen a obras inmortales… y a veces, en el proceso, terminan perdiendo la propia vida. Descansen en paz todos ellos.

BARENHOHLEbigl